"…..De pronto, Wulfgar detuvo a Drizzt con un ademán y le indicó que se estuviera quieto. La intangible calidad de un verdadero guerrero, ese sexto sentido que le permite percibir un peligro oculto, había entrado en acción. Con gran lentitud, el bárbaro se volvió hacia la puerta cerrada y alzó a Aegis-fang por encima de la cabeza. Se detuvo un instante y aguzó el oído a la espera de percibir algún sonido que confirmara sus sospechas. El silencio era absoluto, pero Wulfgar confiaba en su instinto. Se encomendó a Tempos y lanzó el martillo, que, con un tremendo estruendo, golpeó en la puerta y la derrumbó…junto con Biggrin.
La sangre fluía a raudales por un lado de la cabeza del gigante, pero el duro cráneo había conseguido resistir el golpe. Drizzt y Wulfgar observaron incrédulos como el enorme gigante de escarcha sacudía la cabeza y se incorporaba para enfrentarse a ellos.
-Ese gigante es muy tozudo- dijo el elfo con un encogimiento de hombros.
El bárbaro esperó a que Aegis-fang retornara a su mano y luego se encaró a Biggrin junto con el drow.
El gigante permanecía en el umbral de la puerta para impedir que ninguno de sus enemigos la franqueara, pero Drizzt y Wulfgar avanzaban confiados. Los tres intercambiaron miradas de odio mientras se estudiaban.
-Tú debes ser Biggrin- dijo Drizzt, con una ligera reverencia.
-Así es- proclamó el gigante-¡Biggrin! El último enemigo que verán tus ojos.
-Tan confiado como tozudo- intervino Wulfgar.
-Pequeño humano- replicó el gigante-¡He derribado a un montón de los tuyos!
-Motivo de más para matarte- sentencio Drizzt con calma.
Con una velocidad y ferocidad que sorprendió a sus dos adversarios, Biggrin hizo un amplio barrido frontal con su enorme hacha. Wulfgar se echó hacia atrás para salir de su trayectoria y Drizzt se las arregló para agacharse, pero el drow tragó saliva al ver que la hoja del hacha arrancaba un pedazo de piedra de gran tamaño del muro.
-Tendrás que darme golpes más fuertes que ése, hombre miserable- gritó mientras volvía a hacer un barrido a la inversa por la parte plana del hacha.
De nuevo, Drizzt consiguió agacharse a tiempo, pero Wulfgar, cansado como estaba, no consiguió apartarse con la suficiente rapidez y, aunque consiguió alzar a Aegis-fang, la terrible fuerza del arma de Biggrin lo lanzó contra el muro, y cayó al suelo.
Drizzt comprendió al instante que tenían problemas. Su brazo izquierdo estaba inutilizado, sus reflejos se habían hecho más lentos por el cansancio y este gigante era demasiado poderoso para que él pudiese esquivar sus golpes. Mientras el monstruo se recuperaba para un próximo ataque, logró desenfundar una de las cimitarras y luego echó a correr hacia el pasadizo principal
-¡Corre, perro negro!- aulló el gigante- Iré tras de ti y te tumbaré- Echó a correr tras él, olfateando ya la matanza.
-¿Dónde te ocultas?- se burló Biggrin mientras introducía su enorme cuerpo en el corredor.
-¡Vamos, perro miserable! ¡No puedes huir a ninguna parte!...."