lunes, 7 de abril de 2008

Síntomas de Rebeldía

- Mírame- repitió la matrona Malicia, con un tono impaciente. Drizzt había tenido ocasión de presenciar las explosiones de cólera de su madre, una cólera tan vil que barría todo lo que encontraba a su paso. Incluso Briza, tan cruel y ufana de sí misma, corría a esconderse cuando la madre matrona se enfadaba.
Drizzt se forzó a mirar y fue recorriendo con la vista la túnica negra de su madre, sirviéndose de las arañas bordadas en la tela para medir el ángulo de su mirada. A medida que ascendía esperaba recibir un golpe en la cabeza, o un latigazo en la espalda (Briza se encontraba detrás de él, siempre con la mano cerca del látigo con cabezas de serpiente enganchado a su cinturón).
Entonces la vio: la poderosa matrona Malicia Do’Urden, con un resplandor rojo en los ojos y el rostro fresco, sin ninguna señal del calor de la ira. Drizzt se mantuvo alerta, en previsión al golpe.
- Tu tiempo como príncipe paje ha concluido- anunció la matrona Malicia-. Ahora eres el segundo hijo de la casa Do’Urden y recibirás todos los...
En un acto reflejo Drizzt miró al suelo.
- ¡Mírame!- gritó su madre, furiosa.
Aterrorizado, Drizzt fijó la mirada en el rostro de la mujer, que ahora brillaba con un carmín encendido. Por el rabillo del ojo advirtió el calor de la mano de Malicia en movimiento, aunque no era tan estúpido como para esquivar el golpe. Un segundo más tarde, se encontraba en el suelo con la mejilla magullada.
Incluso desde el suelo, Drizzt conservó la serenidad suficiente para responder a la mirada de la matrona Malicia.
- ¡Ya no eres un sirviente!- rugió la madre matrona-. ¡Si continúas actuando como tal sólo atraerás la desgracia sobre nuestra familia!- Sujetó a Drizzt de la garganta y lo obligó a ponerse de pie sin contemplaciones.
“Si deshonras la casa Do’Urden- prometió, con el rostro casi pegado al de su hijo-, clavaré agujas en tus ojos lilas.
Drizzt no pestañeó. En los seis años transcurridos desde que Vierna había dejado de adiestrarlo y lo había puesto al servicio de la familia, había aprendido lo suficiente acerca de la matrona Malicia como para interpretar todas las inflexiones de sus amenazas. Ella era su madre- si es que esto contaba para algo-, pero Drizzt no dudaba que Malicia disfrutaría si tenía que cumplir su promesa.

- Éste es distinto- afirmó Vierna- en algo más que el color de sus ojos.
- Entonces, ¿en qué sentido?- preguntó Zaknafein, intentando mantener su curiosidad a un nivel estrictamente profesional,
- Resulta difícil precisarlo- admitió-. Drizzt es tanto o más inteligente que cualquier otro niño varón; podía levitar a los cinco años. Sin embargo, cuando se convirtió en príncipe paje, costó semanas de castigo enseñarle a mantener baja la mirada, como si un acto tan sencillo fuese en contra de su naturaleza.
Zaknafein hizo un alto y dejó que Vierna se adelantara, “¿Contra su naturaleza?”, murmuró para sí mismo, mientras consideraba las implicaciones de los comentarios de Vierna. Quizás era antinatural para un drow, pero era exactamente lo que Zaknafein esperaría de un hijo suyo.
Fragmento extraido de La Morada

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