- Nunca me ha gustado este lugar- gruño Bruenor mientras esperaba junto a Regis en la puerta norte de Luskan. Los desconfiados guardias los habían retenido durante mucho, mucho rato.
- Pronto nos dejarán entrar- contestó Regis-. Siempre se ponen así cuando cambia el tiempo; después de todo, es cuando la chusma baja de las montañas. Y cuando los salteadores de caminos vuelven a la ciudad, fingiendo pertenecer a ella desde siempre.
Bruenor escupió en el suelo.
Al final, el guardia que les había dado el alto volvió, junto con otro soldado más viejo.
- Mi amigo dice que venís del Valle del Viento Helado- comentó el más viejo- ¿Y qué mercancías traéis para vender en invierno?
- Me he traído a mí mismo, y eso debería ser suficiente- gruño Bruenor. El soldado le miró irritado.
- Hemos venido para encontrarnos con amigos que están de camino- intercedió Regis, con un tono de voz más calmado.
Se interpuso entre Bruenor y el soldado en un intento de que se desvaneciera una situación violenta; ¡cualquier situación en la que estuviera implicado Bruenor Battlehammer acababa siendo violenta! El enano estaba ansioso por encontrar a su hijo perdido, y ¡ay de aquel que le dificultara el camino!
- Soy un consejero de Diez Ciudades- explicó el halfling- Regis de Bosque Solitario. Quizás hayáis oído hablar de mí.
- No.- El soldado, soliviantado por la actitud de Bruenor, escupió a los pies del halfling.
- Y mi compañero es el mismísimo Bruenor Battlehammer- dijo Regis, con tono algo rimbombante- Jefe del clan Battlehammer en Diez Ciudades. Una vez fue, y pronto volverá a serlo, rey de Mithril Hall.
- Tampoco he oído hablar de él.
- Pues vas a hacerlo- murmuró Bruenor. Empezó a rodear a Regis, y el halfling intentó no dejarlo pasar.
- Te crees muy duro, ¿no?- dijo el soldado.
- Por favor, buen señor, basta de tonterías- imploró Regis- Bruenor está muy alterado, ya que ha perdido a su hijo, de quien se dice que está navegando con el capitán Deudermont.
- No he oído nada de que haya enanos navegando en el Duende del Mar- dijo.
- Su hijo no es un enano, sino un guerrero, orgulloso y fuerte- explicó Regis.- Su nombre es Wulfgar.- El halfling pensó que con eso ganaba algo, pero al oír el nombre de Wulfgar, el soldado mostró una expresión ultrajada y horrorizada.
- Si tienes por hijo a ese patán, ¡entonces estás lejos de ser bienvenido en Luskan!- declaró el soldado.
Regis suspiró, sabiendo lo que iba a pasar. El hacha llena de muescas se clavó en el suelo a sus pies. Al menos Bruenor no iba a partir en dos al hombre. El halfling trató de adelantarse a los movimientos del enano para mantenerse entre los dos, pero Bruenor lo levantó y lo dejó detrás sin esfuerzo.
- Quédate aquí- ordenó el enano, moviendo un dedo nudoso y torcido ante la cara del halfling. Cuando el enano se dio media vuelta, el soldado ya había desenvainado su espada.
Bruenor se lo quedó mirando y soltó una carcajada.
- Veamos, ¿qué decías de mi hijo?- preguntó.
- Dije que era un patán- dijo el centinela, después de mirar a su alrededor para asegurarse de que tenía suficiente apoyo- Y hay otro millón de insultos que podría lanzarle con todo el derecho a ese que llaman Wulfgar, ¡asesino y rufián entre ellos!
Casi pudo acabar la frase.
Casi pudo levantar la espada a tiempo para detener el proyectil lanzado por Bruenor; que no era otra cosa que el cuerpo entero del enano.
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